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La portada del nuevo libro.
Según síntesis, el libro revela cómo operan los narcopuertos en México, y la manera en la que los cárteles de la droga mexicanos se han expandido por todo el planeta.
“Ese mismo gramo de coca, la dosis del día, la ansiada, deseada, codiciada coca, droga, nieve, perico, ralla, caballo, merca, bocina, farlopa, blanca nieves, charly, cois, c, estornudo, nariz dulce, paraíso, perico, talco, el polvo de felicidad pudo haber viajado entre toneladas de chile piquín, en agroquímicos, en el estómago de un pez congelado, en basura radioactiva, entre piñas, debajo de rosas dentro de una banana de fibra de vidrio, en la cisterna de un buque petrolero, en el timón de un yate, amarrada a la quilla de un barco, detrás de una escotilla, entre el motor de un velero, en el culo de un turista de crucero”.
La periodista señala que por lo menos el 80% de las drogas que consume el mundo se transportan vía marítima. Para transportar sus drogas, las mafias, cárteles, clanes, pandillas y organizaciones criminales han penetrado en océanos, mares, ríos, costas y puertos de todo el planeta. Operan con rostro de naviero, armador, marino, empresario importador y exportador, agente aduanero, en cualquier puerto, incluso en los que se suponen más blindados. No existe en el mundo puerto infranqueable para las mafias, explica un agente de la inteligencia británica, y tiene razón, porque el tráfico náutico de drogas es el negocio más global del siglo XXI, un negocio ilegal que hoy es parte inherente al comercio marítimo internacional, el circuito por el que se lleva a cabo el transporte del 90% del comercio mundial, un silogismo de la economía globalizada.
Con una sólida y exhaustiva investigación periodística, numerosas fuentes de información vivas y documentales, en una suerte de arqueología marítima, este libro devela la infiltración y estructuras corporativas de los cárteles de las drogas en el mundo marítimo y el comercio internacional.
La autora Ana Lilia Pérez es escritora, periodista e investigadora.
Es por las rutas marítimas, que, en sociedad con mafiosos gallegos, colombianos, rusos, italianos, los poderosos cárteles mexicanos han conquistado tierras tan lejanas como Australia, los puertos asiáticos, las remotas Islas Marshall, o contribuido a hacer de Guinea el primer narcoestado del mundo, de España la bodega de droga de Europa, de Panamá el puente central para el narcotráfico entre dos océanos, del Río Amazonas el afluente de navegación de los cargamentos, de Buenaventura y numerosos puertos mexicanos narcopuertos. La operación en los mares es de tal nivel, que los cárteles mexicanos han impuesto incluso el pago de piso por el uso de mares para el tráfico de drogas.
La autora logra penetrar en esas mismas infraestructuras náuticas que con sus largos tentáculos han penetrado las mafias, para exponer el mecanismo de trasiego de droga en el mar y la relación que este mecanismo tiene con la gente de mar, las formas o el modus operandi de los grandes empresarios marítimos que, a sabiendas o no, se involucran en el medio de trasiego de drogas, y documenta los negocios del sector náutico que utilizan los cárteles de la droga como negocios fachada para traficar y como método de lavado de dinero.
Pero al mismo tiempo, con entrevistas a funcionarios del más alto nivel encargados del combate al tráfico marítimo de drogas en los principales mares de afluencia, documenta las tácticas que hacen equipos especiales para frenar el flujo marítimo de drogas. Detalla la manera en la cual operan los narcopuertos. También la forma en que la destacada inteligencia británica realiza operaciones encubiertas por puertos de distintas regiones del mundo, o la forma en la que, desde el Atlántico en operativos organizados en Lisboa los pescadores de narcos lanzan sus redes, o la manera en la que desde puertos y aduanas alemanes, Die Schwarze Gang (La Banda Negra) busca frenar el flujo de coca en la ruta de los pájaros.
Gracias a un exhaustivo trabajo de investigación en mares y puertos de los cuatro puntos cardinales, la autora revela la manera en la que operan los tumbadores, una suerte de piratas especializados en robar cargamentos de droga de narcoembarcaciones, o la manera en la cual los piratas africanos se convirtieron en halcones y vigías del narcotráfico.
El libro revela las rutas marítimas que emplean las organizaciones criminales para colocar un cargamento lo mismo desde Buenaventura Colombia, que del Orinoco venezolano, o el caudaloso y largo Amazonas, en el otro lado del mundo, hasta las lejanísimas Islas Marshall.
Con un estilo ágil e ingenioso, que combina los datos históricos del descubrimiento de océanos, mares y rutas náuticas entre los primeros navegantes y lo que esas mismas rutas representan para los narcotraficantes de hoy, esta amplia investigación periodística lleva al lector a navegar por las rutas marítimas por las cuales la cocaína viaja hoy como los preciados tesoros que Marco Polo llevó de Oriente a Europa, como el oro que el Nuevo Mundo mandaba a las coronas europeas, como la Nao de China, o las flotas de las Indias Orientales.