El ocaso en la plataforma Abkatún Alfa, la tarde del 21 de abril de 2020. Lo peor estaba por venir |
“Pemex nos abandonó”…
Los fallos y retrasos en los protocolos de la petrolera mexicana abonan la expansión de los contagios ante la indignación de los trabajadores de instalaciones marítimas
JON MARTÍN CULLELL
(El País)
Cuando Jorge Luis Ríos se enfundó el uniforme amarillo y las
botas de piel, el coronavirus todavía parecía lejano. El 6 de abril salió hacia
el puerto de Ciudad del Carmen, en el Estado de Campeche, con cuatro mudas de
ropa de trabajo y la insulina para tratar su diabetes. Era temprano pero el
calor húmedo del Golfo de México ya se pegaba a la piel. En la lancha, le
esperaban otros 60 compañeros de guardia, todos vestidos igual y sentados codo
con codo. No les hicieron pruebas de covid-19 y no llevaban cubrebocas. Iban a
pasar 15 días en una plataforma petrolera a tres horas en barco.
Desde el aire, Abkatún Alfa parece una araña de agua, cuerpo
panzón y patas que se hunden en la profundidad. Está a unos 100 kilómetros de
la costa, pero huele más a gasolina que a mar.
La plataforma descansa sobre un
campo descubierto en los años 70 por Pemex, la petrolera estatal. Aunque la
producción lleva años de declive, en marzo se extrajeron 12.400 barriles
diarios de crudo y 15,7 millones de pies cúbicos de gas.
Las aproximadamente
350 personas que allí trabajan son como una segunda familia. Aislados del
mundo, en el tiempo libre juegan a cartas, hacen ejercicio en la corredera o se
asoman afuera. En esta época, el mar está tranquilo, salvo cuando sopla el
viento del norte y las olas rompen fuerte contra la estructura de hierro.
Plataformeros en Abkatún Alfa, héroes anónimos que arriesgan la vida y la salud para mantener la actividad petrolera de México
Recién desembarcado, Ríos se encontró a un viejo conocido
que se ocupa de analizar el nivel de salinidad del crudo. Martín Gómez, de 51
años, había llegado a Abkatún Alfa el 1 de abril, dos días después de que el
Gobierno mexicano declarara la emergencia sanitaria. En la lancha que tomó
estima que se apretujaron unas 90 personas, cuando la indicación oficial era
evitar aglomeraciones de más de 50. No les tomaron la temperatura y tampoco se
veían cubrebocas abordo. “No llevábamos nada porque nadie nos dijo nada”, dice
Gómez.
Al poco de llegar, empezaron los síntomas. Gómez tuvo
fiebre, dice, por primera vez desde el 1993. Ríos, de 53 años, amaneció con
calentura y dolor de huesos. Le costaba ponerse de pie y caminar. Fue a ver al
médico de la plataforma. “Me dijo que me había dado influenza y que continuara
laborando”, recuerda. Durante los siguientes días trabajó como de costumbre en
su cuadrilla de 11 personas, supervisando los turbocompresores, unas máquinas
que comprimen el gas para luego enviarlo a otra planta que lo procesa como
combustible.
Cuarto compartido
De noche, volvía a dormir al cuarto, compartido con otros
cinco compañeros. Las habitaciones miden seis metros de largo por tres de
ancho. Caben tres literas de madera, unas taquillas para guardar ropa y un
pasillo de alrededor de metro y medio. Al cabo de tres días, recibió
instrucciones de aislarse, pero el ambiente se había vuelto pesado. En las
semanas siguientes, cuatro de los cinco trabajadores con quien Ríos convivió
también presentaron síntomas.
Trabajadores petroleros a punto de subir a su centro laboral. |
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador decretó el 24 de
marzo que la población vulnerable a la covid-19, incluidas las personas con
diabetes o hipertensión, quedaba exenta de asistir a los centros de trabajo y
se le garantizaba permisos con goce de sueldo. A una consulta de este
periódico, Pemex asegura que implementó estas medidas. Pero, dos semanas
después del decreto, allí estaba Ríos, diabético, subido a la plataforma. Nadie
le dijo que no fuera a trabajar y él temía el castigo del sindicato. Tres
faltas en menos de un mes pueden implicar la rescisión del contrato. Ante la
ausencia de indicaciones, perderse el turno estaba fuera de cuestión.
Y pese a la diabetes…
lo dejaron en plataforma
Pese a su diabetes, Ríos no volvió a tierra hasta completar
su guardia, una semana después de empezar a sentirse mal. A tierra viajó con
trabajadores, algunos enfermos y otros sanos. No había cubrebocas. “Pemex nos
abandonó”, afirma Ríos. “Hubo mucho protocolo, pero nada de acción”. Otro de
sus compañeros, el vigilante contra incendios Saúl Delgadillo, también se
contagió. En un primer momento se le diagnosticó gripe y le dieron paracetamol.
Al poco de desembarcar, tuvo que ser internado en un hospital de Pemex por
insuficiencia respiratoria. Murió antes de que llegaran los resultados de la
prueba, según contó la hermana de Delgadillo a medios locales.
El coronavirus se introdujo en el cuerpo de Pemex por
Abkatún Alfa. Pese al desplome de los precios del petróleo, el Gobierno de
López Obrador consideró que la producción no debía parar y quedó, por tanto,
exenta de la suspensión que afectó a otros sectores de la economía.
El virus ha
encontrado en ella terreno fértil, abonado por el retraso en la aplicación de
protocolos. Hasta este miércoles, la empresa paraestatal reporta 228 muertes,
entre trabajadores actuales, jubilados y familiares, 1.578 contagios
confirmados y otros 6.979 sospechosos. Pemex no ha detallado cuántos son de
plataformas. Este diario no obtuvo una aclaración al respecto.
La petrolera no implantó las pruebas rápidas para los
trabajadores de plataformas hasta la primera semana de mayo, casi mes y medio
después de la declaración de emergencia sanitaria. El día 6 de este mes anunció
la llegada de 100.000 pruebas para “garantizar el buen estado físico” de los
empleados y ordenó que todo el personal que abandone las instalaciones
marítimas “pase por una certificación de su estado de salud”. Hasta este
miércoles se habían practicado 2.679 pruebas para trabajadores tanto de tierra
como de plataformas.
Martín Gómez no tiene claro si lo han contado en ese
balance. “Como no te hacen prueba, no tienes covid. Eres sospechoso”, dice. Al
desembarcar, no recibió ninguna instrucción sobre los pasos a seguir. “Pedimos
la prueba a Pemex pero no quisieron. Bajamos de la plataforma y adiós, bye. Uno
nada más porque escucha por televisión dije: 'voy a aislarme”. Cuando llegó a
casa, echó cloro a las botas y las metió en una bolsa negra. Le pasaron unas
chanclas y, sin tocar nada, caminó por el pasillo hasta el cuarto. Cuando
terminó el aislamiento a principios de mayo, fue a otro hospital, no
perteneciente a Pemex, para hacerse el test. Dio positivo.
El miedo a volver a
Abkatún Alfa
A principios de mayo, Pemex devolvió a tierra a 3.097
trabajadores no esenciales de las 300 plataformas que posee para reducir el
riesgo de contagio. El resto, unos 5.400, ha permanecido para asegurar la
operatividad de las instalaciones. Tras las dos semanas de descanso que tiene
por norma después de una guardia, Jorge Luis Ríos se presentó ante el servicio
médico de la petrolera. “Ya puede reanudar, ya pasaron los 14 días”, le
dijeron. “Fíjese que soy diabético”. “Si usted se encuentra bien, repórtese a
laborar”, respondieron.
Esta segunda vez, antes de tomar la lancha, les hicieron
pruebas rápidas. De 67 trabajadores, solo embarcaron 49. En Abkatún Alfa, Ríos
se enteró de que había otros dos infectados, asegura. “Pensé que Pemex ya se
había puesto las pilas, pero otra vez la misma causa. Que si bajan a los
enfermos, que si no los bajan”. Mientras, el resto seguía durmiendo en los
mismos cuartos de a seis, con la muy predicada sana distancia ausente. Pese a
la reducción de personal, todavía quedaban algo más de 200 empleados. “Son
demasiados. En una plataforma como la mía con 82 personas puedes trabajar”,
afirma.
Ríos ya había tomado precauciones antes de embarcarse. “Si
no me van a cuidar, me toca a mí cuidarme”, se dijo. Empezó a tramitar un
amparo ante un juez federal. Presentó su historial médico y reclamó que se le
dejara en tierra en base al decreto presidencial que eximía de ir a trabajar a
los empleados con enfermedades como la diabetes. Seis días después de llegar a
Abkatún Alfa, el juez le concedió el amparo y Pemex lo devolvió a tierra.
“Solamente así actúa. Se me baja de plataforma por amparo federal”.
El enfado con el sindicato petrolero es grande. Los
trabajadores le reclaman que debería haber negociado desde un primer momento
con Pemex el resguardo domiciliario para los más vulnerables, tal y como marcan
las medidas sanitarias. El contrato colectivo de la empresa paraestatal
incluye, además, una cláusula que prevé la protección del personal en
contingencias como la actual. Este periódico ha intentado sin éxito comunicarse
con el sindicato.
Ante lo que consideran es inacción de sus representantes,
decenas de empleados han optado por recurrir directamente a Pemex por la vía
administrativa. El abogado Emanuel Quiroz, antiguo trabajador de la petrolera,
asesora de forma gratuita a aquellos preocupados por el contagio. “Muchos han
solicitado al sindicato que se les aplique el artículo 43 del contrato
colectivo, pero los representantes no proceden”, explica.
La Ley Federal del Trabajo establece que con tres faltas en
un mismo mes se puede rescindir el contrato. “El temor es jurídico. Los
trabajadores siguen asistiendo por no incurrir en estas faltas”, dice el
abogado. En dos semanas, ha presentado 20 solicitudes de empleados con diabetes
o hipertensión, la mayoría de instalaciones marítimas. Las peticiones, con
copia a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, van acompañadas de la
constancia médica del solicitante. Hasta ahora, 10 han sido aprobadas y las
demás están pendientes de respuesta. El letrado recibe llamadas a diario.
El descanso de Martín Gómez ya ha terminado y le toca volver
a Abkatún Alfa. Teme toparse de nuevo con el virus. “Uno ansía la jubilación
para estar tranquilo en casa”. Tiene la mochila preparada con los uniformes
amarillos. Las botas que desinfectó con cloro hace algo más de un mes le
esperan en la puerta. También lleva seis cubrebocas, dos de ellos lavables.
“Cuando estás 100 kilómetros mar adentro no puedes ir a la tienda a comprar”,
reflexiona. “Vamos a ver qué protocolos van a tener. Debería haber sido en
marzo. ¿Ahorita para qué?”.
Los últimos datos
El último reporte de Pemex arroja los siguientes datos: De
una población derechohabiente de aproximadamente 750 mil personas (entre
trabajadores, jubilados y familiares), al día de hoy, se han registrado 7,158
casos sospechosos, se han realizado 2,747 pruebas de diagnóstico, con las
cuales se han logrado descartar 1,124 casos y confirmar 1,623.
Lamentablemente hasta esta fecha se han registrado 237
defunciones, de las cuales 83 ocurrieron en jubilados, 71 en familiares, 81
trabajadores y 2 externos. El promedio de edad de los fallecidos es de 64 años,
156 hombres y 81 mujeres.
Las comorbilidades más frecuentes son hipertensión arterial
sistémica, diabetes mellitus, obesidad y enfermedad pulmonar obstructiva
crónica.
De los casos confirmados:
798 fueron dados de alta
426 continúan en aislamiento domiciliario
123 en hospitalización en un pabellón aislado
39 se encuentran en Terapia Intensiva. Hasta ahora, 25
pacientes que ingresaron a terapia intensiva se han egresado a su domicilio.